La misión de los abogados consiste en tratar de resolver problemas ajenos asesorando, conciliando y/o defendiendo en juicio de manera que la problematización es inherente al elenco de funciones que dotan de contenido a su rol profesional. Y problematizar, cuando el contexto natural en el que se desenvuelven los abogados es el de la conflictividad, hace que la proyección hacia otros –ad auxilium vocatus– no deje de revolverse, a su vez, contra sí mismos. Su modus operandi es un continuo dinamizador de problemas inscritos en la conflictividad interhumana que no se queda en los problemas de los otros sino que atraviesan, con frecuencia, la coraza profesional y llegan hasta el fuero interno de la conciencia. Y es que el desdoblamiento, llámese coartada, que distingue entre la faceta profesional y la personal puede dejar de funcionar. […] Que ir «a contracorriente» sea una seña de identidad de los abogados les emparenta con… ¿con quién? Si fue Dworkin quien distinguió entre Justice for hedgehogs y Justice for foxes por qué no plantearnos adscribir a los abogados al salmón, el pez heroico, en vez de remitirnos al buitre, un ave carroñera, aunque necesaria. Si la...